«Sin mirar para otro lado»

Por Alberto Marchante
Psicólogo de AMAT
Hace algunas semanas presentábamos los datos de la memoria anual de AMAT y de ellos se extraían algunos aspectos destacados, como el aumento de las personas atendidas por problemas de drogodependencias, los casos de riesgo de exclusión social debido a conductas adictivas y el cambio de patrón de consumo por la naturaleza de las sustancias consumidas.

En este sentido, destacábamos dos perfiles concretos de especial vulnerabilidad que están llamando a las puertas de nuestra entidad y que nos hacían reflexionar sobre dos colectivos especialmente afectados en cuanto al abuso de sustancias: los jóvenes y los parados de larga duración. Por supuesto, y que quede bien claro, obvia comentar que ni todos jóvenes ni los desempleados se ven afectados por este problema, y que ser joven o carecer de empleo no es condición ‘sine qua non’ para desarrollar conductas adictivas.

Sin embargo, no podemos mirar hacia otro lado y está en nuestra responsabilidad no dejar pasar estos aspectos, comunicándolos a la sociedad. Cada vez entran por nuestra puerta, casos de chicos y chicas con edades más tempranas, acompañados por sus familias, que están teniendo dificultades con el consumo de sustancias tales como el alcohol y el cannabis. Vienen acompañados de sus familias que cada vez observan cambios conductuales en los menores. Les observan apáticos, huidizos y desinteresados por actividades que antes les apasionaban.

Pero lo más preocupante es que ellos mismos verbalizan la falta de ganas de lo que les rodea, admiten consumir para evadirse de su realidad diaria que no les satisface y se sienten ajenos a la comunidad en la que se desenvuelven, al margen de su estrecho círculo de cada vez también más huidizas y desmotivadas amistades, y que ocmo ellos, acaban por ser parte pasiva de una sociedad que debiera dar respuesta inmediata a sus dificultades y hacerles partícipes de forma directa. Refieren ver unas expectativas formativas o laborales con bastante o escaso sentimiento de pertenencia, sin grandes opciones de logro y una ambición inexistentes. No creen en ellos mismos ni en sus posibilidades, y carecen de ciertas herramientas personales como el autocontrol o una adecuada tolerancia a la frustración. Pero están perdiendo también las habilidades sociales, que se difuminan en las redes sociales y el intercambio de falsos y virtuales contactos sin afectividad.

En este contexto, no es difícil que el cannabis, que les evade de su realidad, o el alcohol, que les desinhibe para relacionarse más allá de los impersonales chats, acaben por ser más que de uso esporádico o experimental, al que históricamente se asociaba en la adolescencia.

Las sustancias son para ellos herramientas básicas en su funcionamiento, asumiendo sus riesgos. AMAT desarrolla un programa específico para jóvenes por el que cada año pasan más de un millar de escolares de la comarca, y siempre ponemos en valor esa parte de la juventud con inquietudes, vitalidad y ganas de salir adelante. Observamos que, otra parte de nuestra futura sociedad, ahora joven, mantiene una gran tolerancia hacia otro tipo de conductas adictivas. Es responsabilidad de todos ponernos a ello.

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